Los obstáculos están allí sólo para ser superados, entre la decisión de detenerse o continuar, se yace el secreto de una vida plena o una desventurada.
Todo es según el cristal donde se mire, diluvio hoy, riachuelo mañana, el secreto está en ti y en tu agilidad para adaptarse a las nuevas situaciones y emociones.
Una fábula popular cuenta que un joven campesino recibió en su cumpleaños un hermoso obsequio, un caballo pura sangre. EL chico se sentía glorioso cabalgando en la llanura, la gente celebraba su extraordinaria dicha al recibir tal regalo, hasta que un tropiezo en el camino lo hizo precipitarse bruscamente y caer entre laderas y peñascos. La caída resulto en una fractura de fémur y múltiples lesiones. Toda la familia recriminó aquel obsequio y lo asumió con desdicha. Al siguiente día llegaron soldados a golpear la puerta de aquella familia, la guerra había iniciado y venían a llevarse a los hombres jóvenes del pueblo, se llevaron a todos menos al joven que se había fracturado, al poco tiempo se supo que de aquella tropa no quedó sobreviviente. Así el joven y su familia comprendieron que aquel accidente tan desdichado en realidad era una oportunidad para la vida.
Tal como narra la fábula una situación inesperada si se analiza con los sentidos bien despiertos y se cambia la óptica desde donde se mira, asumiendo una comunicación con el entorno asertiva y de retroalimentación, puede ser la diferencia entre una vaso medio lleno o medio vacío.
Colocarnos los anteojos de la agilidad emocional nos permitirá ver en el otoño no la muerte de un árbol sino la desnudez de sus ramas, un ejercicio de vida que depende en gran medida de nuestra capacidad de adaptación frente a los escenarios desconocidos e inesperados.
Esto es más sencillo de lo que creemos, desarrollar la agilidad emocional pasa por cambiar la manera en la que observamos una situación, un hecho, un fenómeno y a la vez nos hacemos conscientes de que aquellas creencias que hemos aprendido en el transcurso de la vida pueden ser transformadas y renovadas.
En base a ese estado de conciencia superior del ser podemos luego comenzar el largo pero negociable camino hacia el reaprender, incorporar nuevas experiencias y saberes que fortalezcan las nociones y aprendizajes antes adquiridos, sustituirlos, destruir, deslastrar viejas costumbres y reescribir una nueva historia.
La agilidad emocional debe ser práctica diaria, cotidiana, es un hacer y rehacer constante, de esta manera nos hacemos conscientes de los retos fuera de la zona de confort y del mismo modo fuertes a los escenarios desconocidos, capaces de convertir amenazas en oportunidades.
Es así como hemos logrado sobrevivir y superar cambios climáticos, eras sociales o grandes pandemias durante mas de 2000 años
Resumiendo en una metáfora, la agilidad emocional consiste en la capacidad que podemos desarrollar para asesinar nuestro viejo yo y hacer renacer uno nuevo, iluminado, empoderado y libre.
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