Constantemente se nos impulsa a seguir como un patrón de éxito el ser el siempre el vencedor, el primero en todo y el siempre demostrar poder sobre las cosas y sobre los demás.
Ahora que la vida nos demuestra lo frágil que somos ante aquello que no podemos controlar, que se escapa de nuestro dominio como seres humanos, vemos cara a cara la importancia que tiene lo común antes que lo individual.
Ante estos momentos cobra más fuerza que nunca entendernos como humanidad en un solo conjunto, diverso pero interconectado.
La dependencia entre los unos y los otros es evidente y altamente necesaria para la supervivencia.
La dependencia entre los unos y los otros es evidente y altamente necesaria para la supervivencia.
Siempre nos han hecho menospreciar el concepto de lo frágil, asumiéndolo como sinónimo de minusvalía, quien no puede no vale, cuando en realidad la fragilidad es sinónimo de lo humano.
Las hormigas por ejemplo son insectos sumamente frágiles, pueden sucumbir con facilidad ante el más mínimo elemento que perturbe su espacio, sin embargo, estos animalitos aparentemente tan débiles han sido capaces de sobrevivir por milenios y sólo eso, son capaces de crear hormigueros enormes y almacenar suficiente comida para toda la colonia.
La diferencia entre las hormigas y la humanidad está en que ellas trabajan en equipo, todas juntas por un mismo objetivo, unidas son poderosas, separadas son frágiles y vulnerables.
Estos nuevos tiempos nos llaman a trabajar mano a mano, codo a codo por el bien común, para aportar cada quien lo mejor de cuanto posee para el crecimiento en conjunto.
Es momento entonces de deponer los egos, de reconocernos en los otros y para los otros, de deponer las rivalidades y hacer germinar las conexiones vibracionales que nos permitan acariciar un futuro lleno de amor y hermandad.
Comentarios
Publicar un comentario