Las emociones son reacciones producidas por estímulos del entorno que nos rodea.
Estas reacciones pueden ser agradables si vivimos estímulos placenteros o desagradables si son peligrosos o negativos.
Todas las emociones, absolutamente todas generan procesos químicos y físicos en nuestro cuerpo, la piel se nos eriza, sudamos, nos ponemos rojos y se nos acelera el corazón, todas son respuestas físicas producidas por la segregación de enzimas como la adrenalina, dopamina u oxitocina en nuestro cerebro.
Estas reacciones naturales deben tener su "punto de fuga", reprimir ese fluir emocional puede traer consecuencias para el futuro. Una rabia mal canalizada, si se reprime tarde o temprano termina por implosionar (explotar hacia adentro), causando lesiones como el cáncer o fibromialgia.
El equilibro emocional depende de la capacidad que desarrollamos de superar las emociones expresándolas.
Un enfermedad es el resultado de una alteración en nuestro cuerpo, es decir en nuestro interior. Somos una experiencia emocional en un cuerpo físico. Las enfermedades son consecuencia de desequilibrios psicofisiológicas en la mayoría de las ocasiones.
Desde los estudios de las características psicofisiológicas de las dolencias, se puede determinar qué punto emocional pudo ocasionar la lesión, el hígado por ejemplo se vincula con la ira, el enfado y la agresividad.
En cambio, el estómago nos habla de ansiedad, duda y colopatía, mientras el pulmón e intestino grueso habla de dificultades para la comunicación, autoritarismo e imposición a la fuerza.
Drenar las emociones libera la válvula de escape y renueva la energía, no se trata de soltarlo todo de manera impulsiva y sin tener cuidado de los sentimientos de las demás personas, lo que busca es encontrar un medio amigable contigo y con quienes te rodean de poder soltar emociones, dejarlas salir para liberar toxinas.
Buscar comunicación asertiva siempre como primera instancia para la resolución de conflictos, es una excelente manera de expresar lo que sentimos.
Si esta via se agota entonces podemos hacer una carta de perdón, escribir en ella todo lo que sentimos y luego romperla o quemarla como acto de liberación.
Llorar cuando sea necesario y tanto como sea necesario, sin sentir vergüenza, llorar su justa medida para enjugar el llanto y mirar con una mirada limpia los nuevos horizontes
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