El nivel de competición en el que vivimos en la actualidad, nos lleva a que continuamente demandemos de los demás y de nosotros mismo mayores exigencias irracionales.
¡Quiero ser feliz por siempre!
¡quiero que todos me hagan sentir bien!
Es una obsesión común en nuestros días, sin embargo,
¿Es posible ser feliz de por vida?
¿Hasta qué punto necesitamos de la tristeza para ser felices?
Aunque parecen preguntas ilógicas, están basadas en la experiencia y la comprobación. Seamos sinceros, ¿quien podría ser feliz eternamente sin enloquecer al instante? La felicidad como la tristeza son necesarias, sin la una es imposible apreciar a la otra.
Los ratos de tristezas nos hacen pensar, reflexionar, ir a una conexión profunda con nuestro interior, necesaria para sanar y cerrar procesos. En introspección somos capaces de identificar aquello que nos afecta negativamente. el silencio es una guía idónea si sabemos aprovecharlo, con atención puede resultar inspirador, creador de innovaciones.
Algunas veces se nos impulsa a evadir la tristeza y buscar distracciones, elementos externos que nos aíslen de nuestros propios sentimientos. Hacerlo conlleva consecuencias determinantes en nuestra personalidad muchas de las adicciones como el alcoholismo, la ludopatía o la farmacodependencia son producto de la evasión constante de la tristeza.
Siempre que buscamos una manera para impedir enfrentar una situación que nos afecta nos aferramos a una ilusión y dejamos de vivir el aquí y el ahora. Fuera del contexto nuestra racionalidad es difusa y las situaciones comienzan a tomar formas idealizadas y las dificultades se agigantan o se minimizan al extremo.
La gotera que se repara es aquella que se tiene en cuenta. El tránsito por los momentos de tristeza nos permite precisamente visualizar los errores que hayamos cometido en el emprendimiento de un proyecto en el que hayamos fracasado. Lo importante es saber que así como lega la tristeza en su momento debe irse, se ese sentimiento es sostenido por mucho tiempo termina por convertirse en sufrimiento y allí si debemos preocuparnos.
Las cosas a veces no salen como lo esperamos y eso nos permite aprender sobre la experiencia que da la práctica, sin que el momentáneo fracaso deba llevarnos a situaciones de dolor y angustia, por el contrario, si observamos con amplitud y de manera objetiva, encontraremos las fortalezas de darle trato preferencial a las tristezas para disfrutar más de las verdaderas alegrías.
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