Cuando sabemos hacia donde tenemos encaminada nuestra intención en la vida,
por más agrio que sea el proceso,
nada nos apartará del resultado.
Toda persona establece asociaciones a lo largo de su desarrollo con el dolor y el placer, de esa manera aprendemos primitivamente que el calor quema y que el helado es dulce.
Muchas de las razones por las que no logramos concretar nuestros proyectos es por el tipo de asociación que hacemos de estos dos sentimientos y la manera en cómo los gestionamos.
Tal vez usted desea graduarse el año próximo, pero para eso debe sacrificar algunos paseos a la playa o idas al cine, debe concentrarse en la investigación de su proyecto.
Observemos del anterior ejemplo lo siguiente: tal vez usted puede pensar, no dejaré de hacer lo que me gusta por terminar mi tesis, pensando en el dolor inmediato que le produciría perderse ese viaje con los amigos por quedarse en casa estudiando.
Usted está pensando sólo en la mitad de la carretera, el viaje es mucho más largo, al cabo del trayecto verá el dolor mayor que le producirá no alcanzar culminar su carrera.
Supongamos que usted está emprendiendo un negocio, que quiere que le produzca ganancias a corto plazo, seguramente esto le exigirá algunos sacrificios como trabajar más horas, ahorrar, planificar, pero si esto le parece tedioso y prefiere ir gastando lo que va entrando en su caja, pronto ese placer inmediato le ocasionará un dolor a largo plazo cuando las cuentas no cuadren.
Perdemos el enfoque del objetivo cuando nos dejamos llevar por la marea, concentrados en no chocar con las pequeñas rocas dejamos de ver la gran catarata.
Pequeños sacrificios nos brindan grandes satisfacciones.
Un cambio en la asociación que haces del dolor y el placer puede ser el giro definitivo que tanto has estado buscando en tu vida.
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