“no lo puedes hacer” o
“eso no es para ti”,
sean como sean que vayan vestidas estas palabras, marcarán si lo permitimos nuestra percepción sobre nosotros mismos, terminamos juzgando por las experiencias de nosotros mismos y de los demás.
¿Pero por qué vivir a partir de las vivencias ajenas si podemos construir las propias?
¿Cómo saber qué tan profundo es el río sino nos mojamos los pies?
No te estoy pidiendo que lo hagas de un chapuzón, con rozar el agua con un dedo puedes empezar, ya verás que pronto estarás disfrutando de la corriente y de su curso, claro o turbio, frío o caliente, profundo o llano, nadarás con tus propios brazos saliendo a flote con la determinación de ser dueño de tu vida.
Romper el círculo de la dependencia ciega a los preconceptos adquiridos es posible a través de la capacidad de atrevernos a romper viejas cadenas, es pensar:
¿es esto realmente lo que quiero yo o esto es un deseo que ha entrado en mi desde afuera?, plantearnos estas interrogantes es poner en práctica nuestra inteligencia emocional.
Podemos recuperar nuestra autonomía adoptando un nuevo sistema de creencias mediante la puesta en práctica de nuestra inteligencia emocional.
De esa manera nuestra vida será nuestra y de nadie más y cada concepción del mundo, cada pulsión será sólo aquella que tu propia determinación y conciencia decidan.
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