El sistema mundo en el que vivimos, lleno de ajetreo y exigencias económicas nos obliga a estar en constante movimiento, siempre ocupados en producir y producir, sin tiempo para detenernos, para contemplar el pasar de las horas y mucho menos para el ocio.
Se nos ha hecho pensar siempre que es malo
no hacer nada,
que una persona que pasa el día sin producir algo, es una persona que no genera un valor para la sociedad.
Esta construcción social que tenemos del tiempo choca con la realidad que atravesamos hoy, en la que la mayoría de las personas del mundo han debido detener sus rutinas habituales de trabajo y estudios, lo que puede hacernos sentir en algunas ocasiones culpables por estar en casa
sin hacer nada.
Es normal sentir temor ante este cambio repentino de nuestro día a día, pero no debemos sentirnos culpables, no estamos obligados a hacer algo siempre, todo el tiempo, el tiempo de calma, de ocio es necesario para la reflexión, para reordenar las ideas, para descansar y recomponer la energía vital.
Está bien sentir ganas de no hacer algo, no debemos obligarnos a mantener ritmos constantes de producción, si algo podemos aprovechar de esta situación es precisamente aprovechar la oportunidad de frenar la agitación y centrarnos en la meditación introspectiva.
"No temas
ni a la prisión,
ni a la pobreza,
ni a la muerte.
Teme al miedo."
ni a la prisión,
ni a la pobreza,
ni a la muerte.
Teme al miedo."
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