Si revisamos la historia de la humanidad encontraremos que está llena de cuarentenas.
Desde los 40 días que pasó Cristo en el desierto hasta la cuarentena de una mujer recién parida guardan una relación íntima con el proceso de la transformación humana.
Las cuarentenas son periodos para la purificación, sirven para renovar energías y generan cambios necesarios.
Para algunas personas ha sido más difícil que para otras el guardar este reposo necesario.
Hay quienes a pesar de las recomendaciones de especialistas de salud prefieren hacer caso omiso y obrar por cuenta propia, salir a la calle, romper el aislamiento, sin pensar que no sólo colocan en riesgo su propia vida sino la del resto.
La soberbia es mala consejera y si algo estamos aprendiendo de la experiencia es a reconocer que somos interdependientes.
El cuidado es recíproco, proteger tu vida significa proteger la del resto, asume con responsabilidad tus acciones.
Nuestro cosmos, tan infinito como enigmático, gravita en un constante espiral, movimientos rotatorios que circulan a través del tiempo.
Cada translación está conformada por ciclos, que inician y acaban, todo pasa, se transforma.
Todos los seres vivos atraviesan por ciclos, la cuarentena es un ciclo de reflexión, de llamado interior, de descanso. Las cosas siempre son producto de una causa, el recogimiento nos llama a escuchar desde lo profundo.
Miles de ríos han recuperado su transparencia desde que nos hemos detenido, tal vez ya empezaba a ser hora de hacerlo, por nuestro propio bien. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda el estar por primera vez en la historia todos en un momento de recogimiento y busquemos entre todos un mejor horizonte para los próximos días.
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