La mente es un terreno fértil, una infinita pradera de poder insospechado, aún después de todos los avances tecnológicos, investigaciones científicas y psicológicas, la humanidad no termina por descifrar todo los enigmas que guardan nuestros pensamientos.
Cada semilla que en esta pradera caiga nacerá, en las palabras reposa el abono para una buena cosecha o el suficiente veneno para exterminar cualquier fruto.
Una palabra negativa, inoportuna, pesimista o tóxica es un boicot contra nuestros deseos, es por eso que debemos tener el tacto y el cuidado necesario en el uso que damos al lenguaje cotidiano, tanto para relacionarnos con el entorno como para comunicarnos con nuestro interior, la mayor parte del éxito en lo que nos proponemos radica en la atención que dedicamos a lo que decimos y el cómo lo decimos.
Los dos estados de la mente
Para comprender mejor lo determinantes que son las palabras que pronunciamos diariamente en nuestra vida debemos conocer cómo funciona nuestro cerebro, en él existen dos estados principales de conciencia, uno es el consciente donde tienen lugar los pensamientos racionales y el discernimiento, es lo que nos permite mantener una conversación coherente.
El otro estado de la conciencia profundamente estudiado por las teorías del psicoanálisis del siglo XX es el inconsciente, en donde tienen lugar nuestras emociones, impulsos y recuerdos.
Generalmente damos mayor importancia al estado consciente, creyendo por error que este es quien rige todas las funciones de nuestro sistema, cuando en realidad la conciencia es como un gran iceberg, donde el estado consciente es apenas la punta visible mientras el inconsciente es el fragmento de mayor dimensión escondido en lo más profundo de nuestro ser.
El inconsciente aunque se encuentre en reposo nunca deja de funcionar, este se mantiene almacenando toda la información que el consciente no percibe, es por eso que solemos repetir canciones una y otra vez aunque creamos nos haberlas escuchado, en algún momento nuestro inconsciente recogió esa información y la resguardó para siempre en nuestra memoria.
Las palabras que repetimos de manera consciente, queramos o no quedarán guardadas en nuestro inconsciente, si constantemente te repites a ti mismo frases como “no puedo” o “no sé”, tu inconsciente reproducirá ese estado de pensamiento y esto repercutirá de manera perjudicial en aquello que te propongas.
Imagina que cada palabra negativa es un clavo de acero y que tu inconsciente es una tabla de madera.
Ahora imagina que cada vez que pronuncias una palabra dañina contra ti mismo o contra otros es un clavo de acero que se clava en el tablón. Piensa que esto lo haces tres veces al día, todos los días, durante un mes.
Ahora visualiza que retiramos todos los clavos enterrados en el tablón, ¿Cómo quedará la madera?, por más lija que se aplique, siempre habrán daños.
Una palabra tuya bastará para crear
Para qué ser tu peor enemigo si puedes ser tu mejor aliado, comunicarnos de manera asertiva, positiva y amorosa, con los demás y principalmente con nosotros mismos hará la diferencia entre el éxito y el fracaso. En vez de pensar “yo no puedo”, “yo no sé” o “yo no lo lograré”, transfórmalo en abono para tus deseos pronunciando enunciados como “soy capaz”, “soy inteligente”, “podré hacerlo”.
Antes de pensar en que no eres lo suficientemente atractivo, atractiva o fuerte, asume desde ti y para ti todas tus potencialidades, reconoce en tus palabras tus destrezas y habilidades, fíjate en lo positivo de ti y rechaza los pensamientos inconscientes que puedan generar frustración.
Poner en práctica la AGILIDAD EMOCIONAL, significa hablar en términos de logro, amor y efectividad.
El resto no lo necesitas, elimínalo y tu vida cambiará para siempre. La mejor prueba de nuestra AGILIDAD EMOCIONAL es cuánto nos amamos a nosotros mismos, porque si realmente lo hacemos, no hay lugar para el lenguaje negativo.
La AGILIDAD EMOCIONAL es la habilidad que te hace tener inmunidad contra toda negatividad, es como un campo de fuerza, un escudo. Si eres impecable con tu propia palabra y te resguardas contra el pesimismo involuntario de los demás, estás completamente libre de todo temor a ser juzgado o a mal juzgarte.
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